miércoles, 22 de junio de 2022

El sueño de una copia

 Le dedico este relato a Garrac, que se que me dio la palabra CLON a mala fe, pero yo le quiero igualmente


    Había una vez una Copia. Era igual que todas las demá, se levantaba con todas las demás, comía junto a todas las demás e iba a la guerra como todas las demás. Como todas las copias, luchaba una batalla cada día, sin faltar. Vivían en Guerra y ninguna de las copias sabían cuáles eran las razones para ello. Copia no era diferente a las demás, salvo por una cosa.


    Ella era una creación muy importante. Por sus genes corría la sangre de un antiguo héroe, que había ganado mil batallas y derrotado a todos sus enemigos. Para cualquier copia sería un honor, pero no para nuestra Copia. Aunque tampoco era eso lo que la hacía diferente.


    No, lo que diferenciaba a Copia de las demás es que ella no quería ir a la guerra. No sabemos si se trataba de un defecto de fábrica o de alguna eventualidad posterior, pero lo cierto es que Copia soñaba con historias muy diferentes a las que escuchaba de sus hermanas: ella quería ser actriz.


    Lo había intentado todo. Teatro de improvisación, drama y comedia. Monólogos, musicales y acrobacias. Obras clásicas y obras modernas. Pero el resto de copias solo la miraban con miedo y recelo, y seguían con sus tareas belicistas como si no fuera con ellas.


    Una noche en la que Copia leía una adaptación de una obra clásica llamada Cats, tomó una decisión. Hizo sus maletas y escapó por una ventana de la base, rumbo a cualquier lugar fuera de la trinchera.


    Sucedía que en aquel lugar la Guerra se había adueñado de todo el espacio, de manera que el único sitio al que Copia pudo ir fue a la trinchera enemiga.


    Con su bandera blanca en la mano, atravesó la tierra de nadie, solo para sorprenderse al llegar a su destino. La segunda trinchera era exactamente igual que la primera en todos los aspectos, incluso en las caras de sus habitantes. Una infinidad de copias cuyos rostros conocía perfectamente del otro lado.


    Y no solo sus caras, sino también sus costumbres, sus hogares y sus ropas. Sin embargo, al igual que nuestra Copia, estas también tenían algo distinto. Cuando les explicó su situación, y su amor por el teatro y la interpretación, ellas señalaron que ya lo sabían, pues todas las copias de la segunda trinchera estaban en la misma situación. Todas ellas eran fugitivas, perseguidas e incomprendidas por sus pasiones. Todas diferentes, todas con algo que mostrar y que nadie había escuchado. Había más actrices, como ella, pero también músicas y matemáticas, filósofas, ingenieras, bailarinas, deportistas y otra infinidad de posibilidades, todas únicas y especiales.


    También le explicaron a Copia que tenían un lugar para ella en la segunda trinchera. Un lugar en el que podría desarrollar su pasión y crecer como en ningún otro. La Compañía de Teatro. Allí conoció a un montón de copias como ella, con las que interpretó muchas obras, ensayó y leyó y estudió. Notaba que estaba cumpliendo su sueño. Y lo sintió aún más cerca cuando le explicaron que al fin podría actuar con público.


    Iba a ser una actuación muy especial, con copias de la primera trinchera. Irían allí, ¡y fingirían ser como ellas! La obra duraría una semana, y en los descansos tenían que buscar unos documentos en zonas inaccesibles para el personal raso. Era una gran oportunidad, tendría que interpretar muchos papeles, delante de diferentes copias. Estaba nerviosa y emocionada. La Compañía de Costura les iba a confeccionar trajes, y el Club de Escritura los guiones necesarios. Como en una obra de verdad.


    Las primeras actuaciones fueron un éxito, ¡todo el mundo se creyó su papel! Durante toda la semana fueron de función en función, y todas salieron a la perfección. Actuó en todo tipo de escenarios: oficinas, habitaciones, baños y comedores; y utilizó su habilidad para colarse hasta en el último de los huecos sin levantar sospechas.


    Tras la primera gira fue una segunda, y después una tercera. Acabó convirtiéndose en algo habitual. Sin embargo, Copia no se sentía como suponía que lo haría cuando cumpliera su sueño. Algunas de sus amigas desaparecían durante las actuaciones. No eran lo suficientemente creíbles o cometían algún error. Y cada vez dedicaba más tiempo a buscar que a actuar.


    Con el tiempo, se percató de que había más bien pocas diferencias entre su vida en la segunda trinchera y la que tenía en la primera. Solo actuaba por las misiones, y perdía incluso más compañeras si cabe de las que perdía en el campo de batalla. Casi todas las noches le dolía la tripa y lloraba, y cada día era peor. Aquello no se parecía en nada a aquel sueño que tuvo en la primera trinchera.


    Y así, fue a decírselo a las copias que dirigían la segunda trinchera-aquella para las que dirigir era su pasión-, a decirles que ella no quería participar en la Guerra, que por eso había acudido a ellas. Sin embargo, las copias dirigentes indicaron a Copia que no era posible abandonar, que si lo hiciera, todo lo que habían construído se vendría abajo, y que cómo podía ser tan egoísta después de la oportunidad que le habían dado. Y con estas palabras, Copia no tuvo por menos que volver a su trabajo.


    Se esforzó por ver el lado positivo, entender esa oportunidad que decían estar dándole. Pero inevitablemente sus días se volvían más grises cada mañana. Todo lo que amaba de la interpretación se deformaba en su utilitarismo y desaparecía, y en su lugar solo quedaba un profundo vacío que no sabía con qué llenar.


    No quería pensar. Deseaba olvidarse de todo aquello. 


    Así que, al igual que la primera vez, hizo su maleta y se largó por la ventana, rumbo a la primera trinchera. Una vez allí se disculpó por haber huido. Les explicó que tenía un sueño, pero que ese sueño se había roto, y que ya no sabía a dónde ir. Pero las copias de la primera frontera le indicaron que ya lo sabían. Que todas estaban allí por la misma razón. Todas habían tenido un sueño, un sueño partido y utilizado; y todas habían vuelto para no pensar. Le dieron la bienvenida y la dejaron pasar.


    Nuestra copia se olvidó de la interpretación y se sumó al resto de copias en el campo de batalla, pero con algo en mente. No sabía si era la única o si las demás también pensarían en ello. Mientras la Guerra existiera, todos los sueños seguirían rotos.

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