martes, 26 de marzo de 2019

Hermanas

Palabra: ventisca

Le dedico este relato al bueno de Mario (@MarioJPC) por esta palabra que, a priori, no sabía qué hacer con ella, pero que al final ha dado un resultado guay. Espero que te mole

Supongo que ahora me voy a justificar por lo que estoy a punto de hacer. Sí, supongo que sí. Esta es mi excusa. Mi confesión. Si alguien llegara a leerla, si acaso este texto llegara siquiera a existir, espero que se me pueda entender. Porque todo lo que hice, lo hice por amor.


Siempre tuve una excelente relación con mi hermana. Pese a que ella hubiera nacido en Finlandia y yo en Senegal, y a que no compartiéramos sangre ni padres biológicos. Su nombre era Païvi. El mío es Ngone. Pasamos toda nuestra vida juntas, fuimos al mismo instituto, nos enamoramos del mismo chico, el imbécil de Aleksi; nos enfadamos y nos volvimos a querer. Después Païvi se dio cuenta de que en realidad no le gustaban los chicos, así que no volvimos a tener ese problema. Nos separamos un poco en la Universidad, yo conocí a un tío, empezamos a salir, nos casamos, nos divorciamos y al final acabé en casa de mi hermana, llorando y hecha una mierda. Y justo entonces empezó la ventisca.


Era una gran tormenta de hielo que se cargó las comunicaciones y nos encerró en su casa. Vivía sola, así que en realidad nos lo tomamos como una oportunidad para pasar tiempo juntas y recuperar los años perdidos, al menos al principio. Nos contamos cada detalle de nuestras vidas, jugamos a juegos de mesa, lloramos y bebimos, y nos dijimos cuánto nos habíamos echado de menos. Y la ventisca no paró. Al tercer día empezamos a preocuparnos. Al quinto, nos pusimos a trabajar.


Ambas habíamos sido siempre unas mujeres muy inteligentes. En el instituto yo no sacaba muy buenas notas, pero luego pude sacarme sin problema la carrera de física, varios másters y cinco doctorados. Y mi hermana sí que sacaba buenas notas ya desde el instituto. Además de varias ingenierías, tenía un amplio taller en el sótano de su casa. COn algo podríamos trabajar.


Nuestro primer objetivo fue desarrollar una radio de mayor alcance para comunicarnos con alguien de fuera de la casa. Lo conseguimos con facilidad. La ventisca asolaba, por lo menos, todo el país, y había sumido la civilización en una crisis absoluta. Así que nuestro segundo paso estaba claro: frenarla.


Por desgracia no era tan fácil como cabría esperar. Construímos refuerzos para la casa y un sistema de calefacción alimentado por la energía eólica de la propia tormenta, pues el frío empezaba a resultar peligroso. Después tratamos de generar un sistema que hiciera entrar el agua en una fusión instantánea y no tardaron en conseguirlo, pero en un espacio muy reducido.


Después logramos, a través de la poca comida que nos quedaba, crear un clonador de tejidos que nos permitiera desarrollar, poco a poco, más comida para poder subsistir. Y esto solo durante el primer mes. Durante los siguientes nuestra producción tecnológica se volvió completamente loca. Generamos un comunicador que reactivara todas las comunicaciones de la Tierra con un nuevo tipo de onda, desarrollamos un tipo nuevo de reactor energético limpio y, lo más fuerte de todo, un prototipo de máquina del tiempo. Estábamos piradas y desesperadas, pero teníamos un plan. Ese puto plan.


De alguna forma, probablemente más mágica que científica, logramos que esa máquina funcionara. Tardamos algunos meses más, pero, joder, lo logramos. Y la íbamos a usar. Nuestro plan era ir al pasado y encontrar el epicentro de la ventisca antes de que sucediera, recabar información al respecto y volver al futuro para buscar una nueva solución.


Pero algo salió mal, ahora se bien el qué, pero en ese momento no tenía ni puta idea. Habíamos hecho cálculos sobre la localización a la que podíamos tener que acceder, pero claramente los hicimos mal. A pocos metros de nosotras escuchamos una gran explosión. Cuando miramos, solo pudimos ver, impasibles, una inmensa ola de hielo que se expandía en todas las direcciones. Corrimos a la máquina del tiempo. Yo la alcancé. Por un segundo. Por una mierda de segundo Païvi no lo hizo.


Lo único que llegó al presente fue un brazo helado que se desprendido del resto del cuerpo como un cristal. Lloré mucho por mi hermana. Muchísimo. Estuve apunto de dejarme morir de hambre ante la desesperación, de mandarlo todo a la mierda porque nada tenía sentido sin ella. Rompí muchos de nuestros inventos. Destrocé mi única comunicación con el exterior y también el generador de energía. Básicamente me suicidé a medio plazo. Y entonces me di cuenta de que tenía ese puñetero brazo.


Estaba cubierto del hielo primordial, si lo estudiaba podía darme las soluciones que estaba buscando. Y efectivamente lo hizo. Su composición química no se parecía en nada a la del hielo. No era más que un polvo generado por la transmutación de partículas orgánicas suspendidas en la atmósfera, y su reversión era ridículamente sencilla. Realizaban un proceso en cadena, como un contagio a nivel atómico. Hostia puta, cómo me sentí. Y no precisamente por haber solucionado el problema de la ventisca, sino por tener la oportunidad de salvara a Païvi.


Sin ninguna duda, volví al pasado de nuevo. Sabía dónde y cuándo empezaba la reacción en cadena exactamente. Llevaba mi catalizador y la máquina del tiempo, para escapar por si algo salía mal. Y estaba completamente dispuesta a cambiar las cosas. Pero pasó el tiempo y nada sucedía. Según mis cálculos apenas quedaban unos segundos para que empezase la reacción, pero allí no sucedía nada. En ese momento me di cuenta. El catalizador que llevaba en las manos podía revertir la reacción y volver a revertirla. Yo estaba allí y la tormenta no porque, después de todo ese tiempo, yo había causado realmente la ventisca. Tenía entre mis manos la herramienta para hacerlo, y si no la usaba, si no mataba a mi hermana, a saber qué consecuencias hubiera tenido para el tiempo.


Y puede que lo hiciera. Que apretara el botón, volviera al futuro, eliminara allí la tormenta. En ese caso el mundo habría cambiado. Sí, al principio para mal, pero todos los avances científicos que llevamos a cabo en la casa mi hermana y yo podrían haber servido para recuperar lo perdido y avanzar aún más. Escondería la máquina del tiempo, por supuesto, no me fiaría de nadie, por muy bien que fuera el mundo.


Porque lo cierto es que el mundo se dirigiría hacia una nueva etapa de iluminación y desarrollo. Un mundo mejor. Pero un mundo sin mi hermana.


Llegados a este punto, ya sabrás por qué escribo estas palabras. Lo siento mucho por las consecuencias que pueda tener para el tiempo y para la humanidad, pero mi hermana me importa más que todo eso. Así que he vuelto al pasado, dispuesta a frenarme a mí misma, pase lo que pase. Y que le jodan al tiempo.

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