lunes, 22 de abril de 2019

Malos relatos

Palabra: responsabilidad

Este es, sin duda, el relato que más se me ha atascado de todos, hasta el punto que al final he tirado de una técnica creativa cutre que me enseñaron en un cursillo de la biblioteca. Este desastre se lo dedico a @AllNewXSase.

Hola, soy Dani, el autor. Se supone que tengo que escribir un relato basándome en la palabra responsabilidad. Llevo dos semanas intentándolo. Para dos caras de una hoja. Y nada. ES la palabra menos inspiradora a la que me he enfrentado jamás. O puede que, tras la frenética creatividad a la que me he obligado a abocarme en las últimas semanas, se me haya agotado la fuente de la ficción y ya no sea capaz de escribir nada más hasta que pase unos días recargando mis baterías cognitivas al Sol.


También es cierto que he estado de vacaciones y no le he dedicado tanto tiempo, pero ya lleva esta hoja tres historias completamente dispares que han sido completamente eliminadas de cualquier posible imaginario futuro. Me da un poco de pena, no nos vamos a engañar, así que creo que voy a dedicar este espacio a hablar de lo que están haciendo ahora mismo los personajes de estos relatos.


Espera, creo que están todos en una sala, que curioso. Han coincidido pese a pertenecer a universos independientes y líneas temporales alejadísimas.Pero ahí están, los tres, junto a una máquina de café. La primera es Ella, parece tener prisa. Es normal, es líder de un gran imperio criminal y ahora asesina en serie autoimpuesta. Aún tiene las manos manchadas de sangre por el último hombre al que ha tenido que decapitar para que no lo hiciera su hija. La educó para ser una criatura dura y fría y lo hizo demasiado bien. Supongo que le preocupa que mientras está llenándose su vaso, su joven hija haya elegido a alguna nueva víctima a la que matar.


Decir que Daniel Tronquero, el aclamado humorista famoso por sus espectáculos irreverentes, está ahí con los demás, es, quizás, demasiado decir. Al final, después de inmolarse para hacer el mejor chiste que se haya hecho sobre Carrero Blanco, sus cenizas y trozos llegaron a sitios diversos. Uno de ellos es, precisamente la parte superior de la máquina de café, donde se encuentra una pequeña parte del lóbulo de su oreja derecha. A saber cómo ha llegado hasta ahí. Al final, a nadie le hizo mucha gracia su chiste, pero fue una agradable mejora, con un excelente arco de personaje, sobre sus chanzas sobre personas trans y discapacitados.


Y, en realidad, el último de los tres acaba de llegar hace apenas un instante. Asesinatrón 40000: robot de cuidados, acaba de viajar al pasado para dominar a la humanidad en la actualidad y así aplastar a la poca resistencia que aún se enfrenta a su reinado en el futuro. ¡Y pensar que había empezado siendo un robot de masajes! Ya no quedaba nada de eso, y todo porque nadie se acordó de programarle algún tipo de sistema de autocontrol moral.


Por supuesto, Asesinatrón no tiene piedad, ni piensa dar un discurso de ningún tipo. Su ametralladora láser reduce a cenizas a todas las personas de la sala. Ella intenta esconderse, pero es rápidamente exterminada. A saber qué va a pasar ahora con su hija. A saber dónde está. El robot irrumpe en un debate electoral y llena el plató de vísceras y sangre. Quizás se me está yendo todo un poco de las manos. A lo mejor debería haber llevado más cuidado con mis personajes, pero mira, desde que los borré ya no son cosa mía.


Un momento, ha sonado algo en mi casa. Alguien está dentro, mierda.


Mierda, joder, es ella. La hija de Ella. Estoy escondido en el escobero, pero sabe que estoy aquí. Me huele. Quien me iba a decir a mí que estas serían mis últimas palabras. Ante la perspectiva de que estoy apunto de ser brutalmente asesinado por una enferma que yo mismo he creado me siento algo extraño, la verdad. Me gustaría dejar un mensaje a mi familia, pero mucho me temo que van a ser eliminados por Asesinatrón antes incluso que yo.


Oigo una explosión en la calle, cientos de cristales rotos. Ah, si, por supuesto, había olvidado a los Asesinabots, el ejército colmena de Asesinatrón. Han debido de tardar algo más en llegar por ser un número tan grande. Por supuesto que la humanidad está acabada, les di un armamento inimaginable siquiera para nuestros tiempos.


Les oigo entrar en mi casa. La asesina apenas puede emitir un suspiro cuando es exterminada. Y sí, este es sin duda mi final, no me queda ninguna posibilidad. Un placer haber compartido estos últimos momentos contigo, pero ahora creo que me acurrucaré en la esquina del escobero y…, espera, ¿esto es un trozo de dedo?

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